Mayor acceso al conocimiento... ¿Mayor participación?

La comunicación institucional de la ciencia se ha transformado radicalmente desde la irrupción de Internet. 

Primero, porque la información y el conocimiento científicos son ahora mucho más accesibles para la población en general y no sólo para los expertos y profesionales, por lo que los intermediarios son a priori más prescindibles. 

Segundo, porque con Internet han aparecido nuevos canales de comunicación, como las redes sociales, que están transformando lo que antes era una comunicación unidireccional en algo mucho más participativo, más cercano a una conversación.

A partir de estos dos factores, se despliegan muchas reflexiones y consecuencias. Por un lado, el hecho de que haya más información científica de fácil acceso hace posible que haya más personas mejor informadas. Sin embargo, en ningún caso podemos afirmar que se trate de una relación directa de causa y efecto: además del acceso a la información científica, es necesario que las personas tengan interés en acceder a dichos contenidos y que cuenten con herramientas para distinguir las fuentes cualificadas de aquellas que no lo son (perspectiva crítica). Asimismo, es imprescindible que dichas fuentes cualificadas (como lo son a priori todas las fuentes institucionales) curen y seleccionen los contenidos de calidad, y los hagan inteligibles para el público. De igual forma, es imprescindible que las instituciones velen por el respeto a la ética y la transparencia tanto en sus actividades como en sus comunicaciones.

Decíamos también que internet y las redes sociales hacen posible una comunicación más directa y bidireccional entre las instituciones y las personas. En el caso de la investigación, esto supone un nuevo mundo de oportunidades y, también, de nuevos estándares. Es en este nuevo contexto en el cual ha emergido la llamada “investigación e innovación responsable” que “exige una transformación radical de los modos de comunicar ciencia”(1) y convierte en imprescindibles las acciones directas que busquen no solamente la participación de la ciudadanía sino también su implicación activa en la ciencia. 

No obstante, el hecho de que sea posible no significa que, por el momento, sea una realidad. Aunque la intención desde la administración y las instituciones es siempre la de acercar la ciencia a las personas e incluso motivarlas en que participen activamente, la llamada ciencia ciudadana está aún lejos de ser algo hegemónico.

En este sentido, son interesantes las conclusiones del estudio de 2019 “Participación digital del público en la ciencia de excelencia española: análisis de los proyectos financiados por el European Research Council”, de Lourdes López-Pérez y María-Dolores Olvera-Lobo(2). Según este estudio, la comunicación de dichos proyectos es unidireccional (desde la institución y hacia la sociedad) en el 97% de los casos, y en más del 80% se utiliza un lenguaje técnico dirigido a expertos. Además, “sólo el 23,9% de los proyectos tiene web, y menos de un 15% tiene redes sociales”. Así, vemos como aunque las posibilidades de interacción y de fomento de la participación ciudadana son cada vez mayores, lo cierto es que aún queda mucho camino por recorrer por parte de las instituciones en este sentido.

Podemos concluir que el hecho de que haya más información al alcance de la ciudadanía es un punto de partida ventajoso, pero es necesario que venga acompañado de un esfuerzo activo desde las instituciones, quienes tienen la responsabilidad de hacer comprensible la ciencia y conectar con la audiencia de un modo novedoso, atractivo. Las instituciones tienen que ser capaces de atraer a un público “bombardeado” por innumerables fuentes de entretenimiento e información, conectar con él e implicarlo en el desarrollo de la ciencia, no solamente compartiendo efectivamente información relevante sino también generando participación activa. Ello requiere que sean capaces de dominar también los nuevos canales de comunicación bidireccionales.

La adaptación y la explotación por parte de las instituciones de este nuevo paradigma (algo que puede ser más fácil contando con el apoyo de las ciencias sociales), puede suponer el inicio de una nueva era en la que la participación ciudadana transforme no solamente cómo se comunica la ciencia, sino también cómo se hace la ciencia: contando e incluyendo activamente a las personas.




(1) Elena Lázaro, materiales didácticos de la asignatura ‘Comunicación institucional de la ciencia’ (UPNA, 2022).

(2) López-Pérez, Lourdes; Olvera-Lobo, María-Dolores (2019). “Participación digital del público en la ciencia de excelencia española: análisis de los proyectos financiados por el European Research Council”. El profesional de la información, v. 28, n. 1, e280106. https://doi.org//10.3145/epi.2019.ene.06







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