Snow vs Brockman

En su célebre conferencia de Rede en 1959, Charles Percy Snow defendió la existencia de dos culturas aparentemente antagónicas, la cultura de los “intelectuales literarios” (humanidades) y la cultura científica, entre las cuales, según el mismo autor, no había prácticamente comunicación alguna. Defendía también Snow que dicha incomunicación suponía una pérdida de oportunidades y empobrecimiento para ambos campos, así como para la sociedad en general y, en concreto, para los menos favorecidos (1).

En 1963, Snow publicó una revisión de su conferencia inicial en la cual habla de una incipiente “tercera cultura” que podría poner remedio a la incomunicación entre las dos primeras (1). Por su parte, ya a mediados de los años 90, John Brockman retoma el concepto de “tercera cultura” pero desde una perspectiva muy distinta (2).

Vamos a tratar de comparar ambas nociones de “tercera cultura”.

Para Snow, la tercera cultura llegará de la mano de “intelectuales situados en una diversidad de campos: historia social, sociología, demografía, ciencias políticas, economía, gobierno (...), psicología, medicina y artes sociales como la arquitectura”. Afirma Snow que detecta una “consistencia interna” entre estos intelectuales, ya que “todos están interesados por el modo en el que los seres humanos viven o han vivido” y “en su visión de problemas fundamentales - como el de los efectos humanos de la revolución científica (...)- presentan cuanto menos un aire de familia”. 

En cambio, la tercera cultura que postula Brockman haría referencia a un segmento particular de científicos contemporáneos: aquellos abiertos a la divulgación y a comunicarse directamente con el público. “La tercera cultura reúne a aquellos científicos y pensadores empíricos que, a través de su obra y producción literaria, están ocupando el lugar del intelectual clásico a la hora de poner de manifiesto el sentido más profundo de nuestra vida (...)”; Brockman habla de unos intelectuales que no precisan de intermediarios y señala el éxito editorial de textos científicos recientes como prueba del éxito de esta tercera cultura.

Llama la atención el hecho de que mientras Snow define la “tercera cultura” por su capacidad de comunicarse con la parte científica “on speaking terms”, Brockman la identifica con algunos representantes de una de las dos culturas originales, la científica, que deciden estar más cerca de la sociedad, sin hacer prácticamente ninguna referencia, acercamiento o canal de comunicación hacia la cultura humanista o social. 

Podríamos decir que Snow pone el foco en tender puentes entre las dos culturas, mientras que Brockman se preocupa especialmente por la divulgación y el establecimiento de una cultura científica en base a dicha divulgación, tomando partido y dejando fuera de sus inquietudes el contacto con las humanidades. De hecho, en opinión de Jon Umerez (3), Brockman quiere fomentar un nuevo tipo de intelectual presuntamente capaz de abarcar todas las culturas; una suerte de sabio renacentista, sin ser consciente de que esta figura “ya no es posible”.

Sin embargo, hay algunas menciones a la cultura humanista: en el texto de Brockman, que incluye extractos de conversaciones con miembros de esta tercera cultura, la intervención del físico J. Doyne Farmer expone que la necesidad de especialización de las distintas disciplinas ha generado muchas barreras de información y lamenta el desdén a la filosofía que se ha hecho desde la física desde los años 50 en dicho contexto. También el físico Lee Smolin habla de compartir problemáticas con estudiosos de humanidades al comunicar ideas complejas, aunque luego se desmarca de dicha similitud. Asimismo, el propio Brockman menciona a sociólogos, etólogos, antropólogos y periodistas científicos como autores de contribuciones importantes en el contexto de la tercera cultura.

Si volvemos a Snow, vemos cómo para él esta tercera cultura es incipiente, “se aproxima”, pero aún no se puede considerar como existente. “Cuando llegue”, el cometido de esta tercera cultura sería allanar las dificultades de comunicación, puesto que necesita, para cumplir su cometido, “entenderse en su propio lenguaje con la cultura científica''. Para Brockman, en cambio, esta tercera cultura ya está sucediendo, e incluso en su texto invita a exponentes de dicha cultura a que compartan su perspectiva e inquietudes. Estos integrantes de la tercera cultura están compartiendo y divulgando sus conocimientos en la sociedad.

Finalmente, vemos como para Snow es peligroso que las dos culturas no hablen entre ellas, especialmente en un momento histórico en el que “la ciencia determina en gran parte nuestro destino”: “cabe la posibilidad de que los científicos den un mal consejo y los que toman las decisiones no pueden saber si es malo o bueno”. También se presupone esta comunicación entre ambas culturas como un elemento clave para registrar las injusticias sociales y económicas y tratar de contribuir a hacerles frente mediante las posibilidades que ofrece la ciencia. Toda esta carga práctica y moral que tiene para Snow el advenimiento de la tercera cultura en relación a mejorar la condición humana, está sin embargo “prácticamente ausente”(3) en la tercera cultura de Brockman.



Todas las citas de este texto atribuidas a C.P. Snow corresponden a (1), todas las citas atribuidas a J. Brockman corresponden a (2).

(1) Snow, C. P (1959, 1964) The Two Cultures & A Second Look. Cambridge: Cambridge University Press [(1977) Las dos culturas y un segundo enfoque. Madrid: Alianza, trad.: S. Masó].

 (2) Brockman, J. (ed.) (1995) The Third Culture. Beyond the Scientific Revolution. New York: Simon & Schuster [(1996) La tercera cultura. Más allá de la revolución científica. Barcelona: Tusquets; trad.: A. García].

 (3) Umerez, J. (2019) El reto de la tercera cultura de Snow: nuevo ámbito de intervención para la filosofía. En A. Casado da Rocha (Ed.), Cultura Dual. Nuevas identidades en interacción universidad-sociedad (pp. 99-115). Madrid: Plaza y Valdés. 





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