Salud mental, investigación y primera persona

El cuidado de la salud mental es uno de los mayores retos a los que nos enfrentamos colectivamente como sociedad. Según datos de la OMS, los problemas en este ámbito concreto de la salud afectarán por lo menos una de cada cuatro personas a lo largo de su vida. En España, 2,1 millones de personas habían sido diagnosticadas con depresión a mediados de 2020, lo que equivale al 5,25% de la población mayor de 15 años.

El contexto de la pandemia y sus restricciones y confinamientos ha contribuido a sacar a la luz una problemática tradicionalmente estigmatizada y que vive ahora un momento inédito como protagonista en el espacio y debate público.

Así, las personas afectadas por problemas de salud mental empiezan a tener también espacio y voz. Muchos de ellos comparten experiencias dolorosas con sus enfermedades y denuncian la falta de abordajes y soluciones adecuadas a sus necesidades (algo que, en ocasiones, se traduce en vulneración de sus derechos). 

Por ello, algunos colectivos en primera persona reclaman formar parte activa de la investigación en salud mental y contribuir a que los estudios se dirijan hacia aquellos asuntos que más impacto puedan tener en la calidad de vida de las personas. Estas demandas no son nuevas, pero por primera vez parece que hay un cierto interés general por escucharlas y atenderlas. 

La investigación en salud mental tiene muchos elementos particulares que la diferencian de la investigación de otro tipo de enfermedades. El motivo es que muchas de las dolencias relacionadas con esta temática no pueden ser diagnosticadas con pruebas o evidencias físicas. Asimismo, tampoco las causas de estas dolencias son habitualmente de carácter exclusivamente biológico, sino que tienen una gran relevancia los factores ambientales (sociales, económicos, afectivos, relacionales). Es por estos motivos que tanto el tratamiento como la investigación en salud mental suelen traer consigo mucho debate.

En paralelo, la investigación científica está evolucionando hacia un modelo más participativo y abierto, lo que se conoce como investigación participativa o ciencia ciudadana. Cada vez hay mayor consenso acerca de la necesidad de involucrar a las personas en el proceso de lograr evidencia científica, desde el principio y hasta el final (elección del asunto, diseño del estudio, conclusiones y transferencia de los resultados). 

En el caso de la investigación en salud mental y dentro de la ciencia participativa, está cobrando poco a poco más protagonismo la investigación en primera persona. Se trata de una modalidad "radical" dentro de la investigación participativa o ciencia ciudadana, en la cual las personas afectadas participan de forma activa y protagonista en todos los estadios de la investigación.

En los próximos días, trabajaré en un reportaje sobre esta modalidad de investigación: trataré de abordar el por qué de su necesidad, los primeros pasos en el mundo y en España y los retos y encaje en el ecosistema de la investigación en salud mental. ¡Seguiremos informando!


Ilustración de Jimmy Turrell para un artículo de University Affairs sobre Mad Studies.



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