Cultura científica: un concepto en evolución

En entradas anteriores hemos reflexionado acerca de la definición de cultura científica y para ello hemos analizado algunos aspectos de la tesis doctoral de M. Lázaro, titulada ‘Cultura científica y participación ciudadana en la política socio-ambiental’(1). 

Esta tesis ofrece un detallado resumen de la evolución histórica de este concepto y por ello la emplearemos de nuevo como base mediante la cual identificar y caracterizar los principales modelos y enfoques sobre cultura científica que se han ido sucediendo a lo largo del tiempo. 

1. Enfoque “Comprensión Pública de la Ciencia (CPC) tradicional o positivista” (Alfabetización y modelo del déficit):  

Este enfoque entiende la cultura científica como un atributo individual y medible. Que los individuos cuenten con conocimiento científico (que se alfabeticen en cuanto a ciencia) se presupone como algo positivo para ellos mismos y también para la ciencia y la sociedad en conjunto - permite mejor toma de decisiones, mayor competitividad económica, mejoras democráticas, mejora culturales así como una mayor tolerancia hacia la ciencia y su desarrollo, algo que también se considera positivo. Este modelo también asume que un hipotético nivel elevado de cultura científica equivaldría a una mayor aceptación de la ciencia.

De este enfoque se deriva el llamado “modelo del déficit”: después de estudiar los niveles de comprensión pública de la ciencia mediante estudios y encuestas sistemáticas, se ha establecido que dichos niveles son insuficientes y se asume que es el público el que tiene un “déficit” en conocimientos científicos.

Partiendo de esta concepción, las propuestas de acción que emergen desde este enfoque se encaminan hacia mejoras en la educación para incidir en la alfabetización del público, así como en la popularización de la ciencia (difusión masiva). Son los propios científicos y tecnólogos quienes identifican aquellos elementos “imprescindibles” para ser considerado alfabetizado, pese a que se observa poca definición de los componentes precisos para ello. 

Podemos decir que este enfoque no es crítico con la visión de la ciencia ni con sus formas de comunicación, y que señala como problema a resolver al público y su déficit cognitivo.

Se puede considerar que este es el primer enfoque o modelo a nivel cronológico, después de que se empiecen a hacer las primera muestras de divulgación científica en el siglo XVII y se desarrolle este modelo entre finales del siglo XIX y principios del XX, cuando se empieza a hablar de responsabilidad social de la ciencia. A partir de la década de los 70 se da un paso más y se empiezan a estudiar las actitudes de la sociedad hacia la ciencia y la tecnología, que en los 80 se institucionalizan como estudios de “comprensión pública de la ciencia (CPC)” mediante encuestas. Los estudios en CPC se centran en medir la comprensión del público, y compararlo (en el tiempo y entre distintos colectivos). 

Estos estudios se han ido complejizando y abarcan también las actitudes de los ciudadanos hacia la ciencia y la tecnología.


2. Enfoque “Comprensión Pública de la Ciencia (CPC) crítica, interpretacionista o contextualista” - ciencia y sociedad:

Se trata de un modelo más complejo que el precedente ya que considera relaciones más profundas entre ciencia y público; se emplea el término “Ciencia y Sociedad” como figura de diálogo. Este nuevo enfoque propone reconceptualizar las relaciones entre ciencia y público: se plantea “la necesidad de reconocer la naturaleza especializada del conocimiento científico y su carácter relativo”. A ello se añade la propuesta de reconocer la naturaleza contextual y social de la ciencia, una comprensión de la ciencia como proceso y no como acumulación de hechos demostrados.

Desde esta perspectiva, se incluye también la necesidad de culturización de los científicos en aspectos sociales, éticos y políticos para asegurar que exista como tal una cultura científica. Es necesario que los científicos adquieran conocimientos sociales y políticos suficientes como para comprender la incidencia y la naturaleza de su propio trabajo.

También se presta atención a fenómenos como que la ciencia pueda simultáneamente dar argumentos a ambos lados de un mismo conflicto, lo cual hace tambalear la noción de neutralidad de la ciencia, y se asevera que dentro de la comunidad científica tampoco hay una visión unificada sobre lo que es la ciencia. Por otro lado, se pone en duda que la comprensión de la ciencia implique necesariamente actitudes de apoyo hacia la misma. 

Para los partidarios de este enfoque, las mediciones y estudios generales y comparativos y la dimensión individual de la cultura científica pierden sentido. Se apuesta por el enfoque cualitativo y se proponen estudios sobre cómo la gente experimenta y define la ciencia, así como acerca de la influencia del contexto sobre las nociones de ciencia. Mediante dichos estudios, se observan diferentes estilos epistemológicos, es decir, condiciones para aceptar conocimiento. También se estudian las concepciones de la ciencia dentro de la comunidad científica.

Se cuestiona vehementemente el modelo del déficit cognitivo: se señala el carácter ideológico de la diferenciación entre sabios e ignorantes y se expone que la comprensión de la ciencia depende del entorno social. Sin embargo, este planteamiento puede seguir siendo considerado ambiguo, ya que se sigue planteando la necesidad de que los ciudadanos no expertos conozcan más sobre la ciencia, por lo que sigue formando parte del modelo del déficit.

Desde esta perspectiva, el “déficit” es también de las instituciones y los expertos, por lo que el foco se pone en el cambio institucional y político que permitirá la participación y deliberación pública. Para ellos, hay un “déficit sociológico” en las posturas tradicionales; la comprensión de la ciencia debe incluir el contexto y la confianza en las fuentes de conocimiento por parte del público. 

Este enfoque surge en los años 90, cuando el enfoque tradicional ha empezado a ser cuestionado al considerarse limitado: las críticas se dirigen principalmente a que dicha perspectiva asume ignorancia por parte del público, así como a la idea de que las controversias en el ámbito de la ciencia son debidas al desconocimiento, a la asunción de que la ciencia es una visión privilegiada del mundo y también a la de que la ciencia es neutral.


3. Crítica a la CPC: empoderamiento, o la búsqueda de la convergencia

En los últimos años, ha habido mucha crítica a ambos modelos, CPC tradicional y CPC crítica. Algunos autores han intentado hacer confluir ambos enfoques, a la vez que señalar sus problemáticas, y otros han tratado de abrir nuevas áreas dentro de la CPC. 

En cuanto a los primeros, proponen buscar un híbrido entre ambas concepciones de CPC para lograr una visión más completa sobre lo que el público conoce acerca de la ciencia, sumando validez de enfoques cuantitativos y cualitativos. Estos enfoques, según Lázaro, no tratan de modificar la noción de cultura científica sino evaluar y mejorar la metodología para medirla. En resumen, se reivindica que el conocimiento de los hechos científicos es importante, pero reconociendo la importancia del contexto.

Estos autores han criticado que la CPC crítica haya estigmatizado las investigaciones sobre alfabetización, al identificarlas con el modelo del déficit, y que hayan apostado por una metodología cualitativa, cuando se pueden combinar ambas. 

También señalan que ese enfoque crítico es a su vez simple en lo que respecta a las ciencias políticas, lo cual también se puede considerar un déficit en ellas. En este marco, el empoderamiento sería la respuesta: darle voz al público y cambiarle el “lenguaje corporal” a la ciencia para cambiar su relación con el público. El empoderamiento se entiende como capacitación, acceso al poder o acceso a los centros de toma de decisiones. Habría distintos modelos de empoderamiento, igual que existen distintos modelos de democracia. 


4. Crítica desde la comunicación social de la ciencia: apropiación social de la ciencia

Todas las posturas críticas con el modelo tradicional de CPC se centran en que “la cultura científica no puede entenderse, ni medirse, sin que el conocimiento esté relacionado con la significación que tiene para el sujeto”. Además, adquirir dicha cultura debe incidir en la vida de las personas como consumidores, profesionales etc y no estar basado en un conocimiento meramente enciclopédico. 

Se introduce así el término “cultura científica significativa”, que incluye hechos y también todo aquel conocimiento metacientífico relevante. Este aporte no está reñido con una dimensión individual de la cultura científica, sino que aporta sentido crítico a dicha perspectiva.
 
En definitiva, se deja de considerar al público como un elemento pasivo que recibe conocimiento de un agente de conocimiento que provee, sino que entiende a las personas como agentes activos de un proceso que se establece como bidireccional.

El concepto de cultura científica significativa lleva a la noción de “apropiación social de la ciencia”, que se define como “la incidencia de la recepción y asimilación del conocimiento científico y tecnológico sobre las creencias y sobre la vida cotidiana de las personas” y que sustituye el concepto de alfabetización y proporcionar una visión no lineal del intercambio entre ciencia y sociedad.

El término apropiación social describe procesos más complejos que “popularización” y “comprensión pública” ya que describe y estimula procesos más complejos que no sólo incluyen difusión sino también estrategias para que la sociedad aproveche los resultados de la ciencia y pueda decidir al respecto. 

Según explica Lázaro, “Partiendo de esta visión de ciencia, para hablar de cultura científica debería tenerse en cuenta el cómo potencia y estimula una sociedad los espacios y ejercicios de participación y diálogo en torno a la CyT. Para ello, el término apropiación social de la ciencia resulta más indicado”. Aquí entraría también entonces la evaluación del tipo de experiencias de divulgación y apropiación que se promueve desde las instituciones. 

La autora también señala que en ocasiones el uso de estos nuevos términos se institucionalizan antes de que se hayan producido verdaderos cambios en las prácticas que definen y critican. Asimismo, también señala que la asunción de que el desconocimiento está en la raíz de las controversias públicas sobre ciencia y tecnología sigue estando a la orden del día en el ámbito de la ciencia. 

En definitiva, cultura científica y participación pueden relacionarse y potenciarse de forma bidireccional. “La participación activa puede ser un estímulo para la apropiación del conocimiento en ciencia y tecnología y para el aprendizaje social”. 

Algunas de estas voces críticas nacen desde la comunicación social de la ciencia y los estudios Ciencia Tecnología Sociedad (CTS) y no necesariamente vinculadas al área CPC; se focalizan en introducir cambios en las mediciones (no por ello desacreditarlas como herramientas). No se fijan en la metodología interna de los estudios sino en los contenidos que se analizan, con la idea de complejizar la noción de ciencia. Así, se propone introducir en los cuestionarios contenidos de las ciencias sociales (conocimientos sobre usos políticos, el valor de la innovación, dilemas éticos). Se quiere estimular el conocimiento sobre ciencia y tecnología y no únicamente de ciencia y tecnología.


1. Lázaro, M. (2009) Cultura científica y participación ciudadana en política socio-ambiental. Tesis Doctoral, UPV/EHU, pp.: 58-87.



Fuente: Achipec


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